jueves, 3 de febrero de 2011

Legiones romanas: máquinas de guerra.

De origen griego, los romanos supieron aprovechar las capacidades de estas poderosas máquinas. Y fue Julio Cesar el primer general en utilizar la artillería masivamente en campo abierto. Con cuerpos de madera, la mayoría de las máquinas se basaban en la utilización de la torsión de grandes madejas de fibras, nervios, tendones, o crines de animales como fuerza impulsora para el lanzamiento de dardos o grandes piedras.


 Ballista: arma principal del ejército romano, lanzaba piedras en una trayectoria relativamente horizontal. El peso de los proyectiles variaba entre el ligero de poco mas de medio kilo, al de 800 g que podría alcanzar alrededor de los 180 metros. También se han encontrado proyectiles con calibres de 6,4 kg a 50 kg, hasta el gigante de 75 kg. Disponían de una por cohorte (10 por legión).



Onager: era una máquina que lanzaba piedras con una honda. Aunque era conocido desde los primeros tiempos no se extendió su uso hasta bien entrado el imperio. La razón puede ser debida a que la ballista era más eficaz a pesar de que fuese más complicada de fabricar y mantener. El onager era un arma de sitio más que un arma para el campo de batalla. Existía otro más grande, el onagri que era el doble de grande. Cuando el brazo lanzase la piedra, esta describiría una parábola parecida a la que realiza un mortero actual. Se estima que su alcance sería de unos 30 m. Disponían de tres por legión.


Scorpio: era un arma que arrojaba flechas. Esta tenía un cuerpo metálico, si bien en un principio fue de madera y más voluminoso. El tamaño de las flechas no llegaba a los 70 cm. Su alcance máximo sería de poco mas de 350 m, pero naturalmente un disparo eficaz tuvo que ser inferior, en todo caso a corta y media distancia el proyectil sería capaz de hacer inutilizable un escudo, o de ser letal para un enemigo sin protección. Se estima que cada centuria disponía de una, lo que hace un número de 59 por legión.
 

1 comentario:

  1. ¡Muy interesante! Y las imágenes son geniales. Así sí que se entiende bien cuál es cuál

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